Ir a la Feria es un acto de lujuria, que a veces se concreta en la fiesta total.
No se han evaporado los efluvios de la Feria Libro, queda lo mejor, los libros que hemos elegido, las historias de las que hemos sido testigos, algún tipo de melancolía por lo que nos perdimos.
La Feria del Libro deja una estela persistente.
En lo personal, me quedaron algunos momentos inolvidables.
Esto ocurrió el 2 de Mayo, estaba ahí, en un Stand, del que me jacté de haber dejado bien impresionado, es decir: haber dejado mis impresiones digitales en cada uno de los libros, ella también.
Estábamos solas, y en cuanto la reconocí, dudé de mi registro de rostros, sencillamente mi lógica se negaba a admitir que allí mismo, a menos de dos pasos de mi, haciendo lo mismo que yo: (h)ojeando libros, se encontraba Sylvia Molloy.
Quise comprobar mi impresión, y ahí mismo, abrí un libro de ella para consultar la solapa, y esa segunda comprobación me hizo sentir confianza, le saqué una foto, leyendo; ella levantó la vista y sonrió levemente. Y eso me pareció la confirmación definitiva.
Me acerqué tímida y le dije: ¿Sylvia?, como si la lectura de sus textos me habilitaran a la confianza del nombre.
Era. Estaba allí, solas las dos. No sé qué extraordinaria casualidad organiza las intersecciones en el mundo, pero estaban ocurriendo eventualidades extraordinarias: que en un Stand con tan buenos libros, estuviéramos solamente las dos, que nadie hubiera reconocido a Sylvia Molloy, que tuviera la oportunidad de conversar con ella.
Estuve peleando contra la idea de molestarla, porque me pareció que para alguien como ella debe ser una gloria poder hojear libros sin interrupciones, pero no me pude contener.
No quise abusar de mi suerte y la dejé allí, comprando, mientras salí como si me hubieran encendido un dispositivo turbo a buscar a la Cronista de nuestra revista, Metaliteratura, Julia Milanese, para inmortalizar el momento con una entrevista, que a esta altura, sostengo que es exclusiva, aunque podría ser una exageración; no me atrevo a asegurar que nadie más la haya reconocido.
En breve, se podrá leer la entrevista en la revista, pero mientras, yo me quedé con el trofeo de haber compartido unas palabras con ella, de haber incluso, intercambiado ideas sobre los asuntos de la Feria de este año, sobre algunas ausencias extrañas y persistentes, incluyéndola a ella misma, en referencia a “invitados ilustres”.
Yo qué sé, para algunos, el bullicio usual de la Feria, la vanidad, lo comercial, lo impredecible de la Feria la vuelven controversial; para mí, ese momento fue único, silenciosos, íntimo, efervescente en su impacto.
El éxito de la Feria, a veces, depende de un único instante, el completo micro universo de un encuentro que resuena, como si el Milagro secreto se hubiera quedado allí, perennemente ocurriendo.
En la foto, en el Stand Eterna Cadencia, Julia Milanese entrevista a Sylvia Molloy:
Ese día, apenas flotando, compartí el día con otros eventos, Juan Villoro se lució en el encuentro de Diálogos de escritores Latinoamericanos, que con su enorme presencia y voz, cautivó al público.
Aquí vemos uno de los videos filmados de ese encuentro.